LUIS GABRIEL VELÁZQUEZ / CINCO RADIO
La Central de Autobuses de Puebla (CAPU) se aprecia como nunca. Sin la nostalgia de las llegadas y de las despedidas. Con un aire desolador. Con rostros nerviosos que en su mayoría evitan hasta el contacto visual con quienes se cruzan en su camino.
La actividad parece ser de quienes regresan o se van porque han perdido empleo y tranquilidad. Los escasos viajeros, aquellos que se aprecian sin cubrebocas, evitan comprar afuera de las instalaciones. El miedo está hasta en la manera de intercambiar los pocos pesos del café.
Los boleros han repasado y vuelto a repasar el diario de hoy y la sección deportiva, cada ves con menos páginas por la inactividad futbolera. ADO y AU prestan su servicio a la mitad de su capacidad; en una cartulina explican que están en coordinación con autoridades para detener contagios por el Covid-19.
Las cancelaciones y cambios de corridas son las tareas que más ocupan al personal de las líneas de autobuses.
Las terminales internas lucen también vacías. Con cartelones te vuelven a indicar, como una rutina que empieza a desesperar, que uses el gel antibacterial y que reportes algún malestar del tan temido Coronavirus.
Me encuentro con un grupo de pasantes, que escucho diciendo por teléfono que estarán un mes en la Ciudad de México ,apoyando al Hospital de La Raza. Estrella Roja les pregunta si saben del descuento que aplican; responden que no, y los apartan para explicarles los beneficios de la “promoción”.
Para abordar todos fingen una especie de protocolo que no parece ser muy seguro. Un poco de gel antibacterial ( otra ves); un par de recomendaciones de quienes te recogen el equipaje. Te asignan un asiento donde no llevas acompañante. La Sana Distancia obliga a ir con solo la mitad de pasajeros que caben en el autobús.
El camión sale de la CAPU sin obstáculos. No hay vendedores de jícamas, discos, peliculas XXX y las temidas (pero deliciosas) tortas de queso de puerco. Ni cuando inauguraron esta terminal en 1988, lucía tan desolada.