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Internacional

Expertos desmontan el vínculo entre paracetamol y autismo: la controvertida afirmación del Gobierno de Trump carece de base científica

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En un nuevo capítulo de la guerra contra la ciencia impulsada por la administración Trump, fuentes cercanas al Gobierno de Estados Unidos anticipan un anuncio que vincularía el consumo de paracetamol durante el embarazo con un mayor riesgo de autismo en los niños. Esta afirmación, promovida en un acto conmemorativo del activista ultraconservador Charlie Kirk, no se sostiene en evidencia científica sólida. Expertos en pediatría, neurodesarrollo y farmacología la catalogan como “temeraria” y motivada por agendas políticas, en un contexto donde el autismo –un trastorno del espectro con raíces genéticas y multifactoriales– sigue siendo estigmatizado por teorías conspirativas.

El anuncio de Trump

El revuelo se desató tras reportes de The Washington Post y Politico, que indican que el presidente Donald Trump, en su segundo mandato, planea presentar esta “relación” como un “gran avance médico” durante un evento este lunes. Acompañado por su secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr. –conocido por sus posturas antivacunas–, el anuncio también impulsaría la leucovorina, un derivado del ácido fólico usado en quimioterapia, como supuesta “cura” para el autismo. Pero la comunidad científica, desde Harvard hasta el Hospital Mount Sinai, desmiente categóricamente cualquier causalidad. “No existe evidencia sólida que permita establecer una relación causal entre el consumo de paracetamol durante el embarazo y el trastorno del espectro autista”, afirma Begoña Huete, coordinadora del Grupo de Trabajo de Neurodesarrollo de la Sociedad Española de Neonatología y Pediatría (SENEP).

La evidencia: asociaciones débiles, no causas

Nuestra revisión de más de 20 estudios recientes, incluyendo revisiones sistemáticas publicadas en revistas como BMC Environmental Health y JAMA, confirma que, aunque algunos trabajos observacionales –como uno de la Universidad de Harvard en 2025– han detectado una ligera asociación estadística entre el uso prenatal de paracetamol (conocido como acetaminofén en EE.UU.) y síntomas de autismo o TDAH, estos hallazgos no prueban causalidad. Factores de confusión, como infecciones maternas que obligan a tomar el fármaco o predisposiciones genéticas subyacentes, explican estas correlaciones aparentes. Un estudio masivo de 2024 en JAMA, con datos de más de 100.000 participantes, eliminó estos sesgos al comparar hermanos expuestos y no expuestos, concluyendo que no hay riesgo aumentado de autismo, TDAH o discapacidad intelectual.

De igual modo, el estudio del Mount Sinai de agosto de 2025, que aplicó la metodología Navigation Guide para evaluar la calidad de 46 investigaciones previas, halló que las pruebas de mayor rigor no respaldan un vínculo causal, aunque recomendó un uso “prudente” del medicamento –la dosis más baja por el menor tiempo posible–. La Asociación Americana de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) y el Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos del Reino Unido (RCOG) insisten en que el paracetamol sigue siendo el analgésico más seguro para embarazadas, ya que alternativas como el ibuprofeno conllevan riesgos mayores para el feto. “Dejar sin tratar fiebres o dolores durante el embarazo puede ser más perjudicial que el fármaco en sí”, advierte Beatriz Salazar, coordinadora del grupo de Neuropsiquiatría de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).

Esta no es la primera vez que la administración Trump cuestiona la ciencia para fines políticos. Durante la pandemia de COVID-19, promovió tratamientos no probados como la hidroxicloroquina o “inyecciones de desinfectante”. Ahora, con Kennedy al frente del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), el enfoque en el autismo parece explotar el “populismo científico”: una estrategia para erosionar la confianza en instituciones como la FDA y los CDC, culpando a “toxinas ambientales” –incluidas vacunas– por el aumento de diagnósticos, que expertos atribuyen a criterios más amplios y mayor conciencia.

“Es una forma de atacar a las élites sanitarias y enfrentarlas a la sociedad”, explica Celia Díaz-Catalán, experta en políticas de salud.

De la desinformación al daño real

El impacto de estas afirmaciones podría ser devastador. En EE.UU., donde más del 50% de las embarazadas usan paracetamol, un pánico inducido podría llevar a automedicación riesgosa o a dejar sin tratar condiciones que, irónicamente, sí se asocian con autismo, como fiebres altas no controladas. En España y Europa, donde el paracetamol es un pilar de la farmacia familiar, organizaciones como la Asociación Española de Pediatría (AEP) llaman a la calma: “Relacionar directamente el autismo con el paracetamol es una afirmación no basada en evidencia”, sentencia Pedro Viaño, pediatra de la Asociación Española de Vacunología (AEV).

José Miguel Carrasco, analista en salud pública, contextualiza esta movida en la agenda de la ultraderecha: “Rechaza la evidencia científica porque choca con fines electoralistas y populistas”. De hecho, un juez federal estadounidense desestimó en 2023 cientos de demandas contra fabricantes de Tylenol por falta de pruebas científicas. Mientras tanto, el autismo afecta a 1 de cada 36 niños en EE.UU., según los CDC, y su comprensión real avanza en genética –con cientos de genes implicados– y factores ambientales complejos, no en un analgésico común.

Esta investigación subraya la urgencia de priorizar la ciencia sobre el sensacionalismo. Hasta que surjan pruebas concluyentes –y todas las disponibles las desmienten–, el paracetamol permanece como una opción segura para embarazadas, siempre bajo supervisión médica.

El verdadero “avance” sería combatir la desinformación que perpetúa el estigma del autismo.

 

Internacional

¿Trump va a invadir Venezuela?

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Análisis de las tensiones políticas y militares entre EE.UU. y el régimen de Maduro.

En un contexto de escalada retórica y militar que evoca las peores tensiones de la Guerra Fría en América Latina, el presidente Donald Trump ha intensificado su ofensiva contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. La pregunta que resuena en foros diplomáticos y redes sociales —”¿Va Trump a invadir Venezuela?”— no es mera especulación: surge de despliegues navales masivos, strikes letales contra presuntos narcos y acusaciones mutuas de agresión. Sin embargo, tras un exhaustivo análisis de declaraciones oficiales, informes de inteligencia y movimientos militares verificados, la respuesta es clara: no hay evidencia de un plan inminente de invasión a gran escala. Lo que sí existe es una estrategia de “diplomacia de cañoneros” (gunboat diplomacy) diseñada para presionar al régimen chavista, con riesgos reales de confrontación accidental. Esta investigación, basada en fuentes oficiales de la Casa Blanca, el Pentágono y reportes independientes, desglosa el contexto histórico, las dinámicas actuales y las probabilidades de escalada, en un momento en que el mundo observa si la retórica trumpista derivará en un conflicto regional.

Contexto histórico: De las sanciones a la “guerra contra el narco”

Las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela han sido volátiles desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, pero se volvieron tóxicas bajo Maduro. Durante el primer mandato de Trump (2017-2021), Washington impuso sanciones económicas draconianas, reconoció a Juan Guaidó como presidente interino en 2019 y acusó a Maduro de liderar el “Cartel de los Soles”, una red de narcotráfico vinculada a altos funcionarios venezolanos. En 2020, el Departamento de Justicia de EE.UU. imputó a Maduro cargos por narcoterrorismo, ofreciendo inicialmente 15 millones de dólares por su captura —una recompensa que Trump duplicó a 50 millones en agosto de 2025.

La reelección de Trump en noviembre de 2024 revivió estas políticas con un giro más agresivo. Nombrado Marco Rubio como secretario de Estado —un halcón prointervención en Venezuela—, el nuevo gobierno designó en febrero de 2025 a la pandilla “Tren de Aragua” y al Cartel de los Soles como organizaciones terroristas extranjeras (FTO). Esto abrió la puerta a acciones militares bajo la Ley de Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF). Trump ha enmarcado la crisis como parte de su “guerra total contra los carteles”, culpando a Venezuela por el flujo de fentanilo y cocaína hacia EE.UU., que según datos del CDC contribuye a 100.000 muertes anuales por sobredosis. Sin embargo, críticos como el exdirector del Consejo de Seguridad Nacional Juan González advierten que esta narrativa oculta motivaciones geopolíticas: el control de las mayores reservas probadas de petróleo del mundo (300.000 millones de barriles) y la contención de la influencia china y rusa en Caracas.

Carta del gobierno de Venezuela a Trump con la intención de negociar

Tensiones políticas y militares actuales: Un baile al borde del abismo

El punto de inflexión llegó en agosto de 2025. Trump firmó una directiva secreta autorizando al Pentágono a usar fuerza letal contra carteles latinoamericanos, lo que desencadenó el mayor despliegue naval en el Caribe sur desde la Guerra Fría. Ocho buques de guerra —incluyendo los destructores guiados USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, un crucero, un buque de asalto anfibio y un submarino nuclear— transportan 4.500 marines y marineros a aguas venezolanas. A esto se suman 10 cazas F-35 en Puerto Rico para “disuadir sobrevuelos” y aviones de vigilancia P-8. El 2 de septiembre, un strike de misil hundió un bote sospechoso de narcotráfico en aguas internacionales, matando a 11 personas; Trump lo celebró en Truth Social como un golpe contra “narcoterroristas”. Días después, el 15 de septiembre, otro ataque similar avivó las llamas.

Trump hunde barco venezolano

Maduro respondió con furia: movilizó 4,5 millones de milicianos bolivarianos —civiles armados con AK-103— para “defensa territorial”, desplegó 15.000 tropas en la frontera con Colombia y realizó ejercicios de “guerra electrónica” en la isla de La Orchila. El 28 de agosto, aviones venezolanos F-16 sobrevolaron un destructor estadounidense en un “acto provocativo”, según el Pentágono, lo que llevó a Trump a advertir que “serían derribados” si interfieren. Caracas denunció ante la ONU una “agresión imperialista” y cortó comunicaciones diplomáticas, alegando que EE.UU. busca “cambio de régimen por petróleo”. Fuentes internas citadas por CNN revelan que asesores de Trump discuten strikes quirúrgicos contra carteles en suelo venezolano para forzar deserciones en el círculo de Maduro, pero el presidente negó explícitamente “cambio de régimen” en una rueda de prensa el 5 de septiembre.

Esta escalada ha generado grietas regionales: Colombia y México criticaron el “riesgo de confrontación”, mientras Brasil y Argentina observan con recelo, temiendo un éxodo masivo de refugiados, mientras algunos destacan el entrenamiento civil venezolano como preparación para una “invasión”, amplificando el pánico global.

¿Escalada o teatro político?

Los riesgos son palpables. Un incidente accidental —como un derribo de aeronave o un fuego cruzado en la Zona Económica Especial venezolana— podría desencadenar una “guerra de guerrillas” prolongada, según expertos del Council on Foreign Relations. Venezuela cuenta con 100.000 soldados activos, terreno montañoso y alianzas con Rusia (que suministra armas) y China (inversora en petróleo). Una intervención estadounidense distraería recursos de Ucrania e Israel, elevaría precios globales del crudo en 20-30% y generaría protestas hemisféricas, evocando el desastre de Irak. Además, la fuerza actual (4.500 tropas) es insuficiente para una invasión, lo que sugiere “teatro político” para domesticidad: Trump usa la crisis para justificar deportaciones masivas de venezolanos (acordadas en febrero) y presionar por más fondos antidrogas.

Probabilidades: Baja para invasión plena (menos del 10%, per analistas como Christopher Sabatini de Chatham House), pero media para strikes limitados (30-40%). El Foreign Minister venezolano Yván Gil insistió el 9 de septiembre en “diálogo político”, y Trump ha reautorizado operaciones de Chevron en Venezuela, señalando pragmatismo económico. Aun así, con elecciones midterm en 2026, la retórica podría endurecerse.

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Internacional

Trump Otorga Medalla de la Libertad a Charlie Kirk en Emotiva Ceremonia Póstuma

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En un estadio abarrotado de decenas de miles de simpatizantes, el presidente Donald Trump rindió un homenaje póstumo al activista conservador Charlie Kirk durante una ceremonia memorial que trascendió el duelo para convertirse en un grito de unidad y resistencia. La entrega anunciada de la Medalla Presidencial de la Libertad –el más alto honor civil de Estados Unidos– no solo honra la vida de Kirk, asesinado hace once días en un tiroteo durante su gira “American Comeback Tour”, sino que subraya el impacto perdurable de un joven líder que movilizó a generaciones enteras en defensa de la libertad y los valores tradicionales. Esta ceremonia, cargada de fe, patriotismo y un toque de ira contenida, llega en un momento de creciente polarización política, donde la violencia contra figuras conservadoras se ha convertido en una sombra ominosa sobre el discurso público.

De la Tragedia a la Inmortalidad Política

Charlie Kirk, de 31 años, cofundador de Turning Point USA y un pilar del movimiento MAGA, fue asesinado el 10 de septiembre de 2025 mientras hablaba ante estudiantes en la Universidad de Utah Valley. El atacante, un joven de 22 años con presuntos lazos a extremistas de izquierda, abrió fuego con un rifle de alta potencia, matando a Kirk en el acto y dejando heridos a tres asistentes. El FBI recuperó el arma y continúa la caza del sospechoso, quien huyó disfrazado entre la multitud. Este asesinato se enmarca en una ola de ataques políticos violentos en 2025, incluyendo tiroteos en iglesias y eventos conservadores, que han elevado el temor entre líderes republicanos y avivado debates sobre la seguridad en campuses universitarios.

¿Quién es el asesino de Kirk?: https://cincoradio.com.mx/tyler-robinson-del-anonimato-a-la-pena-capital/

Kirk, quien abandonó la universidad a los 18 para fundar Turning Point, se convirtió en un ícono al visitar cientos de colegios para combatir lo que denominaba “ideología woke” y promover el conservadurismo entre la juventud. Con millones de seguidores en redes sociales y un podcast exitoso, Kirk fue clave en la movilización de votantes jóvenes para la reelección de Trump en 2024. Su muerte provocó un luto nacional: banderas a media asta hasta el 14 de septiembre, por orden presidencial, y tributos de aliados como el vicepresidente JD Vance, quien lo describió como un “amigo verdadero”. En este contexto de duelo colectivo, la ceremonia en el State Farm Stadium de Glendale –con seguridad al nivel de un Super Bowl– no fue solo un adiós, sino un llamado a la acción, recordándonos que la historia no siempre premia a los pacíficos, sino a los que luchan por sus convicciones.

La Ceremonia: Un Tapiz de Fe, Lágrimas y Determinación

El evento, que duró más de tres horas, comenzó con música de alabanza cristiana y oraciones de líderes evangélicos, reflejando la devoción de Kirk como “seguidor de Cristo”. Miles de asistentes, muchos con camisetas de Turning Point USA, ondearon banderas estadounidenses mientras un ataúd cubierto de flores presidía el escenario. Figuras clave del gabinete de Trump, como el secretario de Defensa Pete Hegseth, y celebridades conservadoras como Tucker Carlson y Elon Musk –quien llamó a Kirk “un hombre de paz e ideas” asesinado por intentar “mostrar la luz”– se turnaron para evocar su legado. Musk, en un gesto simbólico, estrechó la mano de Trump, sellando una reconciliación pública que muchos ven como un impulso para la agenda America First.

El clímax llegó con las intervenciones de la familia y Trump. Erika Kirk, viuda de 29 años y nueva CEO de Turning Point, tomó el podio con una gracia que conmovió a la multitud. Vestida de negro, con sus hijos pequeños a su lado, relató los últimos momentos de su esposo:

“Identifiqué su cuerpo después del tiroteo… Quería salvar a jóvenes como el que le quitó la vida”. En un pasaje de perdón radical, citó las palabras de Cristo en la cruz –”Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”– y declaró: “Yo perdono al asesino de mi esposo”. Pero su tono se endureció al advertir: “Los malhechores responsables de su asesinato no tienen idea de lo que han desatado… El movimiento que construyó no morirá; se volverá más fuerte, más audaz, más ruidoso y mayor que nunca”.

Sus palabras, un grito de batalla envuelto en fe, resonaron como un eco profético, recordándonos que el verdadero coraje no reside en la venganza, sino en transformar el dolor en propósito inquebrantable.

Declaraciones de Erika Kirk

Trump, el Guardián de un Mártir

Trump, visiblemente conmovido, cerró la ceremonia con un discurso de 20 minutos que mezcló anécdotas personales con promesas políticas. Llamó a Kirk un “gigante de su generación, campeón de la libertad e inspiración para millones”, y lo elevó a “mártir de la libertad americana”. Anunció la Medalla de la Libertad:

“Pronto otorgaré a Charlie nuestro honor civil más alto… La ceremonia será en nuestra hermosa Casa Blanca, en un Washington D.C. muy seguro, un lugar que Charlie reverenciaba profundamente”.

Dirigiéndose a Erika, prometió: “Juramos hacer todo lo posible para que sus hijos crezcan en una tierra donde su padre sea honrado y reverenciado como un gran héroe americano”. En un toque típico de su retórica, Trump divagó sobre “arreglar el autismo” y criticó a “mis enemigos”, pero su cierre –mirando al cielo junto a Erika– fue puro consuelo humano, un recordatorio de que incluso en la política feroz, el duelo une.

https://x.com/laredcincoradio/status/1969904141645529327

Esta medalla, entregada póstumamente por primera vez a un activista tan joven, no es solo un galardón; es un statement. Trump, quien ya había anunciado la intención el 11 de septiembre durante un memorial por el 9/11 en el Pentágono, usa este momento para galvanizar a su base ante amenazas crecientes. Pero, ¿es esto unidad o polarización? En mi opinión, en un país fracturado por la violencia ideológica, honrar a Kirk así no divide; fortalece. Su legado –un llamado a la juventud para defender la libertad sin disculpas– es un antídoto necesario contra el cinismo. Si Erika’s “grito de batalla” se propaga, el asesino no ganó; perdió ante un movimiento eterno.

La ceremonia concluyó con una ovación ensordecedora y “We Are Charlie Kirk” coreado por la multitud. Mientras el sol se ponía sobre Arizona, quedó claro: la muerte de Kirk no es un final, sino un catalizador. En un mundo donde la intolerancia mata, su voz –y la de su familia– resuena más fuerte.

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Entretenimiento

La comisión Federal del Comercio pone un alto a Live Nation y Ticketmaster por tácticas ilegales

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El Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) y la Comisión Federal de Comercio (FTC) han intensificado su ofensiva contra Ticketmaster y su empresa matriz, Live Nation Entertainment, en un año marcado por demandas antimonopolio y acusaciones de prácticas engañosas. Con un control estimado en el 70-80% del mercado de venta de entradas para eventos en vivo en EE.UU., estas compañías enfrentan escrutinio por inflar precios a través de tarifas de servicio, precios dinámicos y facilitación de reventas ilegales. Esta situación no es nueva: desde la década de 1990, Ticketmaster ha acumulado controversias que cuestionan su dominio y su impacto en los consumidores.

 

Demandas de la FTC y el DOJ por Prácticas Anticompetitivas

En las últimas semanas, la FTC ha presentado una demanda contra Live Nation y Ticketmaster, alegando que la compañía permite a corredores (brokers) violar límites de compra mediante bots automatizados, lo que resulta en reventas a precios inflados que cuestan a los fans “miles de millones de dólares” en tarifas adicionales. La queja, presentada en un tribunal federal de California junto con siete estados, busca injunctiones permanentes, compensaciones monetarias y multas civiles, acusando a la empresa de violar la Ley BOTS de 2016, que prohíbe el uso de software para acaparar boletos. Según la FTC, Ticketmaster no solo falla en enforzar sus propios límites de compra –establecidos por artistas para promover accesibilidad–, sino que coopera tácitamente con revendedores que adquieren miles de entradas por evento para revenderlas en su mercado secundario a precios significativamente más altos.

Paralelamente, el DOJ, junto con 30 fiscales generales estatales, mantiene una demanda antimonopolio iniciada en 2024 que busca desmantelar la fusión de 2010 entre Live Nation y Ticketmaster. La acusación principal es que este “ecosistema” monopólico –que incluye control de venues, promoción y ticketing– bloquea la competencia, eleva precios y perjudica a artistas, venues y consumidores. Un juez federal en Nueva York rechazó recientemente una moción de Live Nation para desestimar partes de la demanda, permitiendo que el caso avance. El fiscal general Merrick Garland declaró: “Es hora de que fans y artistas dejen de pagar el precio del monopolio de Live Nation. Es hora de restablecer la competencia y la innovación en la industria del entretenimiento”. 

Las tarifas de servicio son el epicentro de la controversia. En México, Ticketmaster anunció un incremento del 2% en estos cargos –del 22% al 24% del valor del boleto– a partir de septiembre de 2025, justificándolo como inversión en “infraestructura tecnológica y operativa” para combatir fraudes. Globalmente, estas tarifas pueden sumar hasta el 30-40% del precio base, incluyendo “service charge”, “facility fee” y “processing fee”. En respuesta a regulaciones de la FTC sobre “junk fees” (vigentes desde mayo de 2025), Ticketmaster implementó “All-In Pricing”, mostrando el costo total desde el inicio, pero críticos argumentan que no resuelve el problema subyacente de opacidad. 

En redes como X, la indignación es palpable. Un usuario comentó sobre la demanda de la FTC: “Ticketmaster posee plataformas de reventa y cobra fees en ambos lados; incluso sin dynamic pricing, siempre ganan con servicio fees en ventas primarias y secundarias”. Otro destacó: “El desglose de tarifas inicial es esencial; Ticketmaster y revendedores se oponen porque reduce su ganancia oculta”.

De las Demandas de los 90 a las Crisis Modernas

La trayectoria de Ticketmaster está marcada por acusaciones de abuso de poder. Fundada en 1979, la compañía introdujo tarifas de servicio modestas –alrededor de $0.25 por boleto en los 70–, pero su expansión generó tempranas quejas. En 1994, la banda Pearl Jam demandó a Ticketmaster ante el DOJ por monopolio, alegando que cobraba fees excesivos ($5 en boletos de $18.50) y boicoteaba lugares que no usaran su servicio. El caso se desestimó, pero Pearl Jam boicoteó temporalmente a la empresa, declarando que era “imposible para una banda mayor girar sin Ticketmaster”. 

La fusión con Live Nation en 2010, aprobada por el DOJ con condiciones antimonopolio (vigentes hasta 2025), fue un punto de inflexión. El acuerdo prohibía represalias contra lugares que eligieran competidores, pero en 2019, el DOJ modificó y extendió el decreto tras multar a Live Nation con $3 millones por violaciones. Desde entonces, las tarifas han escalado: del 10-20% en los 90 a un promedio del 27-37% hoy, impulsadas por “dynamic pricing” –un modelo que ajusta precios en tiempo real por demanda, usando algoritmos basados en popularidad, disponibilidad y ubicación. 

Casos emblemáticos incluyen:

  • Bruce Springsteen (2021): Boletos base de $20 escalaron a $5,000 por dynamic pricing, generando backlash por accesibilidad.
  • Taylor Swift Eras Tour (2022): El colapso del sitio web durante la preventa, con 14 millones de usuarios y bots acaparando stock, llevó a demandas por fraude. Swift tuiteó: “Es exasperante que millones de fans pierdan por un sistema defectuoso”. Esto impulsó la investigación del DOJ.
  • Oasis (2024-2025): Precios dinámicos elevaron boletos de £135 a £355, atrayendo investigaciones de la CMA británica por posible violación de leyes de protección al consumidor. 
  • Lady Gaga y Bad Bunny (2025): En España y México, entradas base de 55-180 euros subieron a más de 300 euros por dynamic pricing, sumado a fees que alcanzaron el 24%. Para Bad Bunny, Ticketmaster negó dynamic pricing pero enfrentó quejas por “cargos VIP adicionales” que triplicaron precios. 

En Europa y Latinoamérica, el Observatorio Ticketmaster reportó un aumento del 38% en precios medios (de 58 a 80 euros en 2023-2024), con el 36% de consumidores renunciando a eventos por costos. La fusión ha permitido a Live Nation controlar 400 lugares, forzando a artistas a usar su promoción y ticketing.

 

Implicaciones: Hacia una Reforma Regulatoria

Estas demandas resaltan un patrón: Ticketmaster prioriza ganancias –$16.4 mil millones en honorarios en cinco años– sobre transparencia, excluyendo a fans de bajos ingresos y limitando innovación. Aunque Live Nation defiende que “los artistas deciden precios” y que la competencia externa ha reducido su cuota de mercado, expertos como el Future of Music Coalition abogan por itemización detallada de tarifas y prohibición de precio dinámico para restaurar equidad. 

El caso podría tardar años, pero victorias judiciales recientes –como la denegación de moción de desestimación en Nueva York– sugieren avances. Reguladores europeos y latinoamericanos observan, potencialmente inspirando acciones globales. Mientras, consumidores pagan el precio.

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