* La detonación de “Gadget” marcó el inicio de la era atómica, pero también un legado de enfermedad, silencio y lucha por justicia en comunidades afectadas.
Internacional.– Este 16 de julio se cumplen 80 años de la primera explosión nuclear de la historia, ocurrida en el desierto de Alamogordo, Nuevo México, como parte del ultra secreto Proyecto Manhattan. La prueba, conocida como “Trinity”, tuvo lugar en 1945 y fue liderada por el físico Robert Oppenheimer, quien tras presenciar la magnitud del estallido citó al Bhagavad‑gītā: “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos.”

Robert Oppenheimer
El dispositivo, apodado “Gadget”, fue detonado a las 5:29 de la mañana sobre una torre metálica de 30 metros. El resultado fue una explosión de entre 15 y 20 kilotones, cuya onda expansiva se sintió a más de 120 millas a la redonda. La bola de fuego generó temperaturas hasta 10 mil veces superiores a las del Sol, fundiendo la arena del desierto y creando un nuevo material vítreo: la trinitita, una piedra verde tan fascinante como radiactiva.

La prueba Trinity liberó radiación y creó la trinitita, un vidrio radiactivo que afectó a pobladores cercanos
Herencia tóxica
Lo que durante décadas fue presentado como un logro científico y militar, hoy es también sinónimo de abandono sanitario y ambiental. Las nubes radiactivas provocadas por la explosión se desplazaron más de mil millas, alcanzando partes de México, Canadá y el Medio Oeste de EE. UU. Las comunidades cercanas, en su mayoría rurales e hispanas, no fueron alertadas ni evacuadas.
Los conocidos como “downwinders”, personas que vivían bajo el paso del viento contaminado, sufrieron durante generaciones enfermedades como cáncer, malformaciones y daños genéticos. Muchos jamás fueron informados del origen de sus padecimientos, y por décadas, sus voces fueron ignoradas.
Apenas en julio de 2025, el Congreso de EE. UU. amplió la cobertura de la Radiation Exposure Compensation Act (RECA) para incluir a las víctimas del sitio Trinity, permitiendo una indemnización de hasta 100 mil dólares. No obstante, críticos aseguran que el apoyo llega tarde y es insuficiente, ya que no incluye cobertura médica ni reconoce todos los daños intergeneracionales.
Legado de poder y temor
La prueba Trinity fue clave para autorizar el uso posterior de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945. También marcó el inicio de una nueva era geopolítica, en la que el poder se medía en potencial nuclear.
Aunque el sitio fue declarado Monumento Histórico Nacional y abre al público dos veces al año, los vestigios del impacto —físicos y humanos— siguen presentes en la zona. La trinitita, codiciada por coleccionistas, es a la vez símbolo de innovación y advertencia sobre los límites de la ciencia cuando se pone al servicio de la destrucción.
A 80 años del “Trinity Test”, el mundo recuerda no solo el hongo radiactivo que inauguró la era atómica, sino también las vidas que quedaron a su sombra.