Mandalay, Myanmar. – Las lluvias torrenciales y los fuertes vientos han empeorado las condiciones ya críticas que enfrentan miles de personas afectadas por el poderoso terremoto de magnitud 7.7 que sacudió Myanmar el pasado 28 de marzo. Las inclemencias del clima han interrumpido labores de rescate, obstaculizado la entrega de ayuda y obligado a decenas de familias a pasar las noches a la intemperie.
El sismo, con epicentro cerca de la ciudad de Mandalay, una de las más pobladas del país, causó severos daños en al menos seis regiones y estados, incluida la capital administrativa, Naipyidó. Según cifras oficiales del gobierno militar, hasta este domingo se han contabilizado 3,564 personas fallecidas, 5,012 heridas y al menos 210 desaparecidas.
Las tareas de rescate se han visto gravemente afectadas por las condiciones meteorológicas. Rescatistas en Mandalay reportaron que las lluvias del fin de semana obligaron a suspender temporalmente el uso de maquinaria eléctrica, aunque las labores de búsqueda continúan. La información fue brindada de manera anónima por temor a represalias del régimen militar, que mantiene una estricta censura sobre las comunicaciones no autorizadas.
“El viento y la lluvia han provocado que estructuras debilitadas colapsen, complicando aún más la búsqueda de sobrevivientes y la situación de quienes buscan refugio”, relató un voluntario desde la zona de desastre.
En medio del caos, se reportó el hallazgo de al menos 80 cadáveres entre los escombros del Hotel Great Wall en Mandalay, según el medio independiente The Irrawaddy, que opera en el exilio. Aunque la información no ha sido confirmada de forma oficial, el Departamento de Servicios de Bomberos sí informó sobre la recuperación de cinco cuerpos en edificios colapsados de la misma ciudad.
Los daños materiales son colosales. El gobierno militar informó que más de 5,200 edificios, 1,824 escuelas, 2,752 viviendas monásticas, casi 4,800 templos, 167 hospitales y más de 350 infraestructuras de transporte y contención de agua han sido destruidas o seriamente dañadas.
Myanmar vive además una grave crisis política desde el golpe militar de 2021, con un régimen que no tolera disidencias y mantiene una guerra interna contra fuerzas de resistencia prodemocrática y grupos armados étnicos. Esta situación complica aún más la coordinación y llegada de ayuda humanitaria internacional.
La tragedia en Myanmar sigue en desarrollo mientras miles de personas esperan ser rescatadas, recibir atención médica y encontrar un refugio seguro en medio de un clima hostil y una administración militar hermética.